viernes, 19 de junio de 2009

Comentario del artículo: "Silla en la vereda" (Roberto Arlt)





El cuadro que acompaña este comentario se llama "silla en la vereda", es de Luis García Durán.
Se trata de un artículo muy interesante en el que el autor parte de observar la presencia, en los barrios porteños de aquella década, de sillas en la vereda. Eso es lo primero que a Arlt le llama la atención. Y agrega que es por la noche cuando aparecen.
A partir de ahí, empieza a preguntarse que funciones cumplen esas recurrentes sillas. La primera que descubre tiene que ver con las relaciones amorosas ("¿Cómo le va, vecina?" o "¿Cómo le va, Don Pascual?", dirigiéndose a un pretendido suegro.) La otra función que Arlt ve en estas sillas de vereda es la de la discusión política, donde más que nada los viejos hacen "filosofía barata". A ésas, el autor las llama "sillas conventilleras", ya que observa que no corresponden en general a casas de familia. En estas casas, en cambio, Arlt nota un cierto valor simbólico, ya que son por lo general las dueñas de casa quienes las ocupan, a estrictos "30 centímetrros" de la puerta.
sillas donde se consolida un prestigio de urbanidad ciudadana; silla que se le ofrece al "propietario de al lado"; silla que se ofrece al "joven" que es candidato para ennoviar

Todos estos datos surgen de la observación, así como de la tal vez imprudente escucha que capta no sólo aquello de lo que se está hablando, sino también cómo se dice. Ejémplo de esto es la mención de "eregoyenisme", en lugar de Yrigoyenismo.
Silla engrupidora, silla atrapadora.
Usted se sentó y siguió charlando. ¿Y sabe, amigo, dónde terminan a veces esas
conversaciones? En el Registro Civil.

Hay que decir, primero, que el autor dota a ese objeto "silla" de características humanas. Es la silla la que engrupe, la que atrapa. Y después, Arlt se dirige directamente a su lector, que "se sentó", para advertir sobre los peligros que esto acarrea. Se descubre, en esa silla, una especie de "trampa social" que casa a los jóvenes demasiado corteses.

En mi barrio, Santa Catalina, el sentarse en la vereda sigue siendo una costumbre usual. A diferencia de lo puntualizado por Arlt, acá la silla se instala más temprano. A la mediatarde ya se pueden ver algunos matrimonios, grupos de amigos y hombres o mujeres solos que preparan sus asientos y ponen en funcionamiento el infaltable mate.

La cuadra, así, termina pareciendo una especie de corsódromo, ya que quien decida pasar lo hará con espectadores a ambos lados y tendrá que saludar, como la reina de la porcelana, mientras camina. No aparece, como marca Arlt, la invitación a sentarse. Sí algún comentario amistoso (o no tanto) a la pasada.

Con respecto al valor pre-matrimonial que a la silla se le asigna en el artículo, ya las relaciones de pareja no se manejan de esa manera. Hay, aparentemente, una importante disminución del peso de la familia en la elección de novios y novias.


En una parte del artículo, Arlt hace una descripción de la escena que incluye desde las melodías que surgen del interior de las casas (Tangos y música académica por igual) hasta los chicos jugando a la pelota, pasando por los perros que se rascan las pulgas de la cola. Salvando el hecho de que hoy se escucha reggaetón, cumbia o rock, esa bien podría se la descripción de mi barrio hoy.

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