Prudencia comercial
No me cansaré de alabar o de admirar la prudencia de los traficantes, de los bolicheros, incluso de los lustrabotas, pues hasta el último reo que la labura de refaccionador tarrero, había clausurado el zaguán, temeroso de una biaba. A la altura de Carlos Pellegrini habían cerrado el tráfico. Reculamos y nos metimos en el Tortoni. Todas las mesas ocupadas. Le dije al químico amigo:
-Vea, este es un café ideal para meter la mula, pues se entra por Avenida y se sale por Rivadavia o viceversa.
Las mesas estaban llenas de tiras que carpetiaban un drama imposible. Salimos, y entonces observamos que todos los balcones estaban llenos de gente que esperaban el panorama de un tiroteo barato.
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