miércoles, 8 de julio de 2009

Crónica: "César"

A continuación, un fragmento de la nota titulada "Postales de General Obligado. Insistencias y poética existencial", que pubicó Carlos del Frade en el sitio Postalesdelsur.net, dedicado al periodismo de investigación.

Se trata de una crónica que entrecruza datos históricos de público conocimiento, recuerdos de una entrevista pasada, observaciones de detalles contextuales, una entrevista y reflexiones. Léanla y revisen la nota completa, así como los muchos y muy buenos trabajos publicados ahí.


César

Villa Ocampo sigue siendo el territorio en el que vive, aún después de muerto, el ex senador nacional Jorge Massat, el hombre que supo cultivar una cuenta corriente de más de veinte millones de dólares cuando era presidente de la comisión de seguimientos de las privatizaciones y delfín de Carlos Reutemann.
En Villa Ocampo los chicos siguen trabajando en la cosecha de algodón y caña de azúcar, aunque cada vez hay menos.
Trabajan menos de un mes porque también aquí ha llegado la imposición de la reina soja y cada vez hay menos plantas autóctonas.
En 1999, César Godoy, uno de esos pibes que trabajaba desde que tenía cinco años, le contó a este cronista que a sus entonces trece años le dolía la espalda como consecuencia de la zafra.
Que no podía ir todos los días a la escuela porque tenía que trabajar para ganar un peso por día y que eso lo destinaba a ayudar en su casa.
Y cuando imaginaba el futuro, César sonreía y respondía que quería ser poeta.
Sacaba un cuaderno y leía en voz alta una poesía dedicada a su mamá que hacía un tiempo había piantado a la pampa de arriba.
Diez años después, el cronista busca encontrarse con César.
Hace varios llamados y por fin da con una de sus hermanas.
Son alrededor de las cuatro de la tarde y el sol hace más fuerte el verde de las plantas y el marrón gastado de las calles y veredas del barrio.
Hay un grupo de diez albañiles haciendo mezcla y llevando baldes de un lugar para otro.
Los ladrillos parecen venir de los hornos familiares que siempre pueden verse al costado de la ruta 11 cuando el viajero arriba a Villa Ocampo.
Ahí está César.
Una década después se lo ve fibroso, fuerte y todavía tiene una sonrisa amplia cubierta de un gorrito que le hace sombra pero resulta impotente para cubrirle la luz de sus ojos.
-Ahora laburo de albañil –dice César.
Cuenta que su familia está compuesta de nueve hermanos y que él es el menor.
Que recuerda aquella entrevista y que le trajeron libros y hasta vio el documental que giraba en torno a su testimonio.
-La peleo todos los días y aunque no terminé la escuela se que algún día lo voy a hacer – promete el muchacho.
Está de novio y todavía no tiene chicos.
Cuenta que es el coordinador de un grupo juvenil de la parroquia de Villa Ocampo y que todavía escribe poesías.
-Hablo de los chicos que nacimos acá en el norte. Que nosotros merecemos atención. Que no se olviden de nosotros. Porque nosotros también queremos vivir – dice César antes de volver al balde, los ladrillos y la pala.
Allí en Villa Ocampo, pibes como César siguen apostando a sus propios sueños y los siguen defendiendo en contra de todo lo que impone el sistema.
Es la poética existencial.
La inverosímil resistencia de la ternura.
Si César a pesar de todos los pesares es capaz de mantener sus sueños cómo es posible que tanta gente con muchas más posibilidades que él, abandone la lucha por un futuro mejor.
En chicos como César alumbra victoriosa la permanente gambeta del amor contra todas las formas de la muerte y el poder.

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