Luciana y Romina estaban bajo escombros sin poder moverse luego de la gran explosión. Una de ellas gritaba sin parar, con la esperanza de que alguien la escuche y pueda ayudarlas. Con tanto peso sobre ellas les resultaba imposible moverse y sentían que todo terminaría allí.
Después de estar largas horas, sintieron la voz de una persona masculina, su presencia fue como una luz que brillaba en la oscuridad.
Al escuchar los pasos de él, ambas comenzaron con sus gritos desesperados y fueron encontradas con fracturas de huesos bastantes graves que ocasionaron la inmovilidad de sus piernas.
El gran hombre cargó con ambas, suplicando ayuda para poder salvarles la vida y las dejó con las enfermeras y todo el equipo hospitalario de la zona.
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